Aventurillas en el Ascensor
Ayer me subí al ascensor con él y jugamos a pillarnos.
Chocamos contra los espejos y los botones,
sin querer los apretamos todos al empujarnos.
Nos caimos abrazados y nos perdimos entre los primeros dos pisos...
solemos hacer eso, nos damos besos de esquimales y le muerdo el brazo.
Cuando llegamos al tercero ya no nos quedaban energías sino para reirnos,
mi chaleco se rompió cuando intente atraparlo,
besó los moretones que me salieron en el brazo por su culpa.
Y al llegar al cuarto piso ya comenzabamos a enseriarnos nuevamente,
a ponernos el disfraz de abogados, a caer en la realidad.
En la misma realidad que nos dice que aún no es tiempo, que falta un tanto,
que nadie nos presiona, que estamos tapados en separatas,
que nos quedan muchos conciertos por vivir
y en la incertidumbre de si algún día los viviremos.
El quinto piso nos recibió como dos estudiantes normales y compuestos
sin huella alguna de nuestro juego anterior
pero este quedó evidenciado antes de sacar las llaves con un último beso esquimal.